La frase que sirve de título para este artículo es una de mis favoritas y la empleo como estado permanente en mis redes, desconociendo a su autor. Hace algunos años un amigo que reside en Brasil me comentó que le gustó la frase y me preguntó a quiénes admiraba yo, no le respondí en forma inmediata pero le prometí hacerlo y consideré oportuno compartirlo con ustedes, apreciados lectores.

Al meditar sobre esta frase, vienen a mi mente pensamientos sobre virtudes, valores, principios, actitudes y hábitos. Considero que no es estrictamente necesario tener como modelos a personas determinadas. En personas comunes y corrientes, cercanas a nosotros y perfectibles como cualquier otro ser humano encontramos mucho que aprender, lecciones de vida importantes. Es así como me construyo como ser humano y profesional, tratando de incorporar a mi vida las virtudes que observo en los miembros de equipos que integro, en toda la gente con la que interacciono. Es importante aprender tanto de los hábitos y virtudes que uno quiere asimiliar, como de los que se quiere uno apartar.

Para ejemplificar esto quiero referirme a la virtud de la paciencia de mi hija Christa, ella sufrió una lesión cerebral como consecuencia de haber nacido demasiado prematura; ella tiene una afectación sobre todo en su motricidad, de tal suerte que no puede sostenerse, sentarse o caminar en forma independiente, tampoco puede tomar con sus propias manos un vaso de agua, ir al baño o rascarse cuando le pica alguna parte del cuerpo. Muchas veces en la madrugada ella siente alguna molestia, por ejemplo, le pica un pie, ella quiere hacer algo pero no puede y tiene que llamar a alguien para que la ayude. Tiene que esperarse segundos o minutos en lo que alguno llega a atenderla, siempre imagino la desesperación que debe sentir tener una molestia y no poder ayudarse ella misma. Uno ve natural cosas tan sencillas como rascarse de forma inmediata ante una molestia, o darse la vuelta en la cama y cambiar de posición, sin embargo hay muchas personas para las que estos simples no son naturales, ni los pueden hacer por sí mismos.

He aprendido a asimilar la virtud de la paciencia que veo en mi hija de diez años, sin embargo no he llegado a dominarla como ella lo hace. Christa espera pacientemente, sin entrar en crisis porque la persona que la ayudará puede estar lejos o en otra ocupación y siempre que uno llega a atenderla lo recibe a uno con una sonrisa e incluso se ríe de las situaciones que a otros nos podrían exacerbar. Así como yo aprendo de una niña pequeña que desde que nació ha sido fuerte, luchadora y tenaz, todos podemos aprender virtudes de las personas que están en nuestro entorno. A veces no tenemos la capacidad de percibir esto, nos consume el día a día, sin poder encontrar estas cosas buenas.

No está escrito en piedra que nuestros referentes deban ser gurús o personalidades, que siempre existen, sino que en los seres humanos que nos rodean encontramos estas virtudes humanas que tanto bien nos hace asimilar y compartir con nuestro prójimo. Por las razones que expuse es importante que en la medida de lo posible tomemos conciencia del tipo de personas de las que nos rodeamos porque en ese círculo íntimo intercambiamos aquello que permea el espíritu humano. Nos debemos alejar de las personas con vibras negativas que nos desgastan o consumen y acercarnos a aquellas que nos aportan valor y fuerza para seguir avanzando en este camino de la vida, a veces entre la zarza, a veces por la pradera.

Este artículo fue publicado originalmente el 22 de marzo de 2021 en el Diario La Hora. La foto que ilustra la entrada es…