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@jgarciamerlos

Hoy en día existe una carrera por crear de manera artificial reconocimientos a ciertos profesionales en el foro político y judicial. Varias instituciones e incluso gobiernos se prestan al juego de la creación de celebridades, sin atender realmente al mérito; todo parece indicar que buscan inflar sus perfiles con propósitos puramente coyunturales. Dedicaré unas líneas para reflexionar sobre los aspectos éticos y morales del otorgamiento y la recepción de premios, reconocimientos o distinciones.

La recepción de un reconocimiento se debe analizar desde distintas aristas, lo primero que corresponde analizar es quién lo otorga, tratar de escudriñar las verdaderas intenciones las personas que tomaron la decisión, porque muchas veces éstas tienen fines no legítimos, como favores políticos y cuestiones similares. Vienen a mi mente los casos de los cuestionados doctorados honoris causa que se otorgaron a políticos guatemaltecos, entre estos, uno que recibió la exvicepresidenta Roxana Baldetti por parte de la Universidad Católica de Daegu en Corea del Sur y otro que recibió el político Manuel Baldizón por parte de la Universidad Europea de Bircham. ¿Qué motivó a estas instituciones a otorgar estas distinciones a políticos sin prominencia o bagaje académico? ¿Sería correcto aceptar un reconocimiento de una institución con tan poco rigor para otorgar estas distinciones?

Otro aspecto por evaluar en relación con estos reconocimientos es si se otorgan en forma periódica, si existen varios candidatos a evaluar y parámetros objetivos para determinar que persona es merecedora de la distinción. Además de esto, se debe considerar si existe una razón histórica que justifique la existencia del premio y si cumple otros fines. La existencia de estos presupuestos otorga confianza, es el caso de reconocimientos legítimos de universidades que se otorgan a estudiantes con base en el mérito académico cuantificable.

La otra perspectiva de análisis se centra en la persona que recibe el reconocimiento y las razones por las que lo hace. En los últimos años hemos visto la carrera de personajes en el ámbito político y judicial, quienes compiten por estas distinciones porque las consideran como medallas para impulsar su carrera política, administrativa o judicial. Una persona íntegra debe evaluar si realmente merece la distinción que se le ofrece, y por supuesto, verificar si detrás de esto hay fines ilegítimos como comprometer su independencia e imparcialidad, así como la posibilidad de que en el futuro les exijan favores o gestos de cualquier tipo que afecten su desempeño como funcionario público.

Bien apuntaba el filósofo escocés Adam Smith en su obra La Teoría de los Sentimientos Morales que «solo los hombres más frívolos y superficiales disfrutan mucho con el elogio que ellos saben perfectamente que es inmerecido» y que «desear o llegar a aceptar el elogio cuando no es merecido solo puede ser el efecto de la vanidad más despreciable». Espero que estas líneas motiven la meditación en muchos de nuestros funcionarios, que piensen dos veces antes de recibir una distinción o reconocimiento por parte de cualquier institución, gobierno u organización no gubernamental, pues puede ser que por su afán de aumentar su palmarés entorpezcan las importantes labores que les han sido encomendadas.

Este artículo fue publicado originalmente el 10 de mayo de 2021 en el Diario La Hora. La foto que ilustra la entrada fue publicada en medios nacionales.